Yo te quiero by Irene Cao

Yo te quiero by Irene Cao

autor:Irene Cao [Cao, Irene]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T05:00:00+00:00


8

Estrómboli es naturaleza y colores primarios. Si tuviese mis instrumentos de trabajo, me encantaría recrear el negro intenso de la tierra, la luminosa tonalidad azul del mar, el blanco absoluto de las casas. Esta isla ha obrado ya su primer milagro: me ha devuelto las ganas de pintar, un deseo irresistible de jugar con los ojos y con las manos, de ensuciarme la ropa y la piel con las pinturas al temple, de oler a pintura fresca. Creía que lo había perdido para siempre, pero ahora ha revivido en mí, más fuerte que antes.

Hace una semana que estamos aquí. Día a día voy conociendo la isla: los gruñidos de la tierra, el aroma de las flores, el silencio total, la ausencia de luz eléctrica en las calles… Caminar por la noche envueltos en la oscuridad, apenas iluminados por la claridad de la luna y por los resplandores del volcán, es una experiencia única. Estrómboli es otro mundo, un mundo que me atrae y que me sorprende sin cesar, igual que Leonardo.

En este momento lo estoy esperando en la terraza.

El sol está alto en el cielo y la superficie del mar es un entramado espectacular de esquirlas doradas. Hace mucho calor, pero es un calor agradable, no el bochorno que, imagino, sufren aquí en el mes de agosto, y una ligera brisa me cosquillea la piel.

Leonardo salió esta mañana al amanecer.

—Voy al puerto, a ver a los pescadores —me susurró al oído mientras aún estaba medio dormida.

No recuerdo si me besó o no, pero, aun en el caso de que lo haya hecho, no debe de haber pasado de la mejilla. Ahora es oficial: Leonardo me está esquivando desde nuestra primera y única noche de amor. Al día siguiente, con cierto embarazo, le confesé que mi dificultad para tener un orgasmo no es ocasional, que hace tiempo que la sufro. Desde que nos dejamos, si he de ser franca. Él no me pareció muy preocupado. Se limitó a tranquilizarme y a darme un beso en la frente.

—Todo se arreglará, no le des demasiadas vueltas. —Luego cambió de tema.

Desde entonces, sin embargo, no hemos vuelto a hacer el amor y tengo la clara impresión de que le resulto poco menos que indiferente; solo me toca de manera fraternal y parece del todo inmune a mis intentos de seducirlo. ¿Será posible que, de repente, haya dejado de gustarle? ¿Que mi imposibilidad de gozar haya anulado su deseo?

No he tenido valor para preguntárselo, antes necesito observarlo un poco para comprender si, de verdad, ya no le atraigo o si es tan solo uno de sus despiadados juegos en el que, como siempre, yo soy un simple peón. Además, esta inusual indiferencia entre nosotros se ha transformado en una especie de desafío silencioso que he acabado aceptando, pese a que no termino de comprender del todo su sentido.

Por desgracia, la única certeza que tengo es que yo no me he cansado de él. A medida que pasan los días lo deseo cada vez más y



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